29 diciembre 2010

Picazón

Esta mañana me levanté con una picazón en la garganta. Justo por debajo de la barbilla encontré una pequeña fenda. Al meter dentro el índice, comprobé que bajo la piel primera existía otra. Me pareció de color púrpura. Los ogros son como las cebollas. Recordé. Los ogros tienen capas, las cebollas tienen capas. Siempre la cinefilia a vueltas.

Coincidiendo con el parón creativo se me presenta esta herida imaginaria. Muy oportuna, sí señor. Alguien podría sentir el impulso de mostrar compasión, pero en realidad es maravilloso confirmar que no soy humano. Eso le resta importancia al hecho de no sentirse parte de este planeta y, de paso, justifica por qué es tan difícil hacerse entender. Incluso en un mundo plural (?) y de libre pensamiento (?) como el nuestro, a veces resulta imposible compatibilizar este espíritu ácrata y asocial (que no antisocial) que me define.

Tras la ducha me cuidé mucho de dejar a la vista la hendidura. La tapé con un apósito. Tiene que curarse en un par de días. El tiempo que tarde yo en asimilar que debo permanecer callado. Seguir pensando, pero en silencio. Lo justo para camuflar mi verdadero ser púrpura y sumergirme en el interior de la masa humana. Después de todo, la gente se tranquiliza en cuanto se le muestra aquello que quiere ver. Así sea una imagen irreal de uno mismo. Por cierto, ¿dónde dejé la colonia? Debería ponerme medio bote si quiero engañar también al perro.

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