16 diciembre 2008
Valor / Macou
Supongo que embarcarse en proyectos destructivos es unha parte de la vida laboral (de la vida en general) de la que no se puede escapar. Sobre todo si tenemos en cuenta que uno no escoge los trabajos que le ofrecen y que, la mayor parte de las veces, uno desconoce el tipo de gente (incluso gentuza) con la que va a tener que lidiar.
En general nos movemos en un medio (el audiovisual) totalmente hermético. Si no tienes un padrino, directamente no existes; si gusta lo que haces (cuestión totalmente subjetiva) eres un semi-dios; si tienes un mal día, en menos de 24 horas eres escoria. No hay punto medio. Uno no puede ser "solamente una persona que hace su trabajo". Esto provoca una lucha instintiva (casi tribal) por trepar, así como una falta de humanidad y compromiso con el compañero que alimenta el bochorno y la desesperanza.
Por si esto no fuese suficiente, esta situación se pega de morros contra todo aquello que mis padres, con su buena intención, sembraron (todavía lo hacen) dentro de mi cocorota a lo largo de los años y que se ha dado en llamar valores.
Y ahí es dónde se encuentra en realidad el meollo. Porque todo el mundo se jacta de tener valores. ¡Y con toda razón! Pero lo cierto es que el valor en sí mismo tiene muchas definiciones, negativas y positivas, lo que convierte en tarea imposible saber si lo que te ayuda a moverte en la vida es en realidad bueno o no:
Valor: 1) Precio, suma de dinero en la que se estima algo. (Ej: Esa joya tiene un valor elevado) Que tenga mucho valor no es necesariamente sinónimo de virtud (¿alguien conoce el valor económico de una bomba? ¿o de una mentira?); 2) Virtud o utilidad por lo que algo o alguien es apreciado. (Ej: Es muy sincero, tiene valor) Sinceramente dudo del valor de la verdad en algunos casos. Creo que hay que aprender a omitir información; 3) Osadía o desvergüenza (Ej: ¡Hay que ter valor para pedir un favor a quién acabas de pisar!) Aquí es donde queda más patente que la valentía también puede ser negativa.
Por eso es todo tan sencillo y tan complejo. Por eso mucha gente a la que consideramos verdaderos monstruos durmen a pierna suelta por la noche. Cada uno se acoge a la definición que mejor le viene... y todos tenemos razón (¡a soñar con los angelitos!).
Esto ha sido más o menos lo que he estado viviendo en los últimos meses y el motivo de mi larga ausencia. Pero no nos pongamos pesimistas, que últimamente también he confirmado que estoy rodeado de gente valiosa: ¡Qué bueno haberos conocido Mare y Lucía! ¡En eterna deuda por vuestro apoyo María, Pilar y Carmen!
Por cierto, lo de "Macou" en el título de la entrada no es porque me haya vuelto ególatra de repente (seguramente eso ya viene de serie con el bicho) es que ayer hablé con Anita y cuando descolgó el teléfono dijo: "¡Coño, Macou!". Recordé entonces que soy Macou por lo bien que suena cuando lo dice una voz amiga. Gracias.
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