Hay meses en los que cuesta mantener el optimismo.
Me ha tocado hacer los papeles del paro. El primer día llegué a los dos minutos de abrir y me quedé sin número para ser atendido.
- ¿Y no puedo hacer todo esto a través de internet?
- Es que tiene que entregar los documentos que faltan.
- ¿Entonces a qué hora vengo?
- Pues a primera hora.
- ¿Perdone? ¿Y qué hora se supone que es esa?
Lo entendí todo al día siguiente, a las puertas del edificio del INEM. Hacía frío y era temprano, muy temprano. Casi hora y media antes de que abriese el garito. Pero es que somos muchos. Somos parados de cojones... Conocí a una chica, ella venía también de segunda vuelta. "Amigo de la cola del paro", me llamó. Esperamos desde la famosa "primera hora" hasta la maldita "última hora". Tomamos un café, hablamos de fútbol, de cine (inevitable), de la vida en Coruña. Mi sólida tapadera de tímido al descubierto en una triste mañana. Ah, un inciso: podía haber hecho toda la gestión a través de internet. ¡Qué gracia, no?
Fui al oculista por lo del desprendimiento de retina. El tipo no vio el volante, no preguntó nada, se limitó a señalar con el dedo una banqueta mientras su enfermera encendía la pantalla luminosa con formas:
- ¿Dónde tiene la abertura?
- Arriba, derecha, derecha, abajo, derecha, arriba.
- Ves perfectamente, puedes irte.
- Es que de cerca, al leer, veo doble. De lejos no tengo problema.
- Pero los miopes vemos bien de cerca, nuestro problema es de lejos. Quítate las gafas para leer. Puedes irte.
Un mes de incertidumbre esperando por el veredicto del puñetero especialista y va y me dice que me quite las gafas para leer. Salir de allí fue comparable a ver la sexta temporada de Perdidos: Frustración creciente y ganas de matar.
Nuestro perro se pasó seis noches llorando sin parar, sin dejarnos dormir. Después le pareció poco tiempo y también lloró durante el día. Lo llevamos a la veterinaria y por lo visto tiene ansiedad, una especie de consecuencia del síndrome de separación canina. Que no entiendo muy bien a santo de qué le da un síndrome de separación, justo en el momento en el que estamos todo el día con él en casa. Igual no tiene tal síndrome y lo que le pasa es que siente que invadimos su espacio vital con tanta compañía. Resumiendo, después de tres días en los que los ansiolíticos (bajo receta veterinaria) no dieron resultado positivo alguno, ahora parece que está más tranquilo. Y nosotros llevamos tres días seguidos durmiendo (que no es poco).
Conecté un iPod a mi mac. Todavía me pregunto por qué. Ni siquiera tengo iPod. Sincronizó, procesó, actualizó, gestionó y cascó el disco duro. ¡Ah! y, culpa mía, no tenía copia de seguridad de cuánta basura tenía en él guradada. Lo llevé a la tienda oficial en Coruña.
- El disco duro no funciona.
¡Gracias señor porque estos técnicos siempre dan con el problema! (sic). Acepté un cambio de disco duro con intento de recuperación de datos por un no demasiado módico precio. Quedaron en llamar hoy los ladrones de Replay para dar contestación al problema, pero será mañana cuando llamen. O igual están esperando para que, definitivamente, empiece Febrero con mejor pie.
Enero, allá te has ido. Y una cosa tengo clara: no te echaré de menos :)