Yo amo nuestros idiomas, porque me acercan a mis semejantes (incluso a los que ya no están o a aquellos que no he llegado a conocer porque nacieron mucho antes de que mis propios padres lo hubieran hecho) y porque estoy convencido de que el mundo es más rico con su existencia.
Pero la imposición es contraproducente y las trabas a su utilización (con tanto continuo cambio) un grave error. La solución no es sencilla, lo adimito, no obstante hace dos días, paseando por Coruña cerca del Millenium, nos encontramos un grito hecho pintada al que, sin duda, me adscribo:

La evolución natural no debería ser provocada, ¿no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario