La noche nos ha dormido
desafiando al tiempo, a los cánticos y brindis,
a un aire teñido de ascuas.
¡Por este instante!
Chin, chin.
Cierto, hemos buscado
la embriaguez necesaria para devolvernos
y hundir en nuestras gargantas,
situaciones ya vividas.
Y quizás otra copa.
Y si hemos disfrutado
fugaces efluvios de felicidad sea porque dos cuerpos
que no dejan de aproximarse,
sucede que al final se tocan.
Chin, chin.
23 octubre 2004
Noche de ojos abiertos, noche de abrazos desiertos
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