Recuerdo soñar con formar parte de una compañía de teatro. Eso fue bastante antes de conocer las delicias del cine (del montaje) en la Escuela de Imagen y Sonido. Entonces era un actor valiente. Muy bueno, por cierto. Capaz de actuar y dirigir a un nivel extraordinario. Vaya mierda más gorda. Se ve que con menos años, menos aprietan también las exigencias y más generoso se es en la consideración de uno mismo. Pero el mundo evoluciona con una arritmia vertiginosa y nos pasa por encima aplastándonos. El tiempo pone a cada uno en su sitio. Coño, es que es verdad.
Un día empiezas a dudar de tu tamaño. Es un giro doloroso, pero necesario. Aceptas que con una boca tan pequeña no puede uno comerse el mundo y tomas la decisión de hablar en voz baja. Con los pies percibiendo el suelo por primera vez, avanzas tambaleándote en una dirección, rezando porque sea la correcta. Ahora piensas mucho más cada paso, quizás porque ahora sí sientes las piedras del camino. Y te cruzas con gente que pasa volando por encima de ti arrastrando su propia mentira y pisándote a veces la cabeza. Extraordinarios.
Admito haber soñado con dirigir películas, también con actuar en una compañía. Soñé tantas estupideces que llegué a olvidar que lo que realmente necesitaba eran el cine y el teatro, no esa imagen amorfa de mí mismo: un hombre-elefante que se creía Adonis.
28 noviembre 2009
02 noviembre 2009
Circo y mentiras
Tema: Sad Waltz * Intérprete: Michael Ford
Un circo es una familia. El lanzador de cuchillos trabaja con su mujer. Diana es preciosa. Cuando él la ata sobre la arena circular, noches de caravana pasan por su cabeza. Ella eleva la mirada hacia la boca abierta de la carpa. Por el orificio entra un aire fresco que se mezcla con el asfixiante aliento de los espectadores. Ella habla silenciosa con un dios en el que no cree, pero sus labios solamente tiemblan levemente. Recuerda. El día de montaje los artistas descansan. Ella desaparece unas horas y, preciosa, comparte con el mago los caprichos de su cuerpo. Un truco. Su marido, en la cocina, deja la piedra de afilar sobre la mesa. Aprieta los puños. Redoble de tambor. El público espera con la respiración contenida. Con los ojos vendados el lanzador acaricia el metálico filo de los cuchillos. Lanza el primero y el aire se estremece. Pam. Los otros cuchillos caen de su mano y llegan al suelo mucho antes de que el espacio se llene con un grito común. Con la mirada todavía en el cielo, ella ya no reza. El lanzador de cuchillos aparta la venda de sus ojos. Diana. El vestido de ella se tiñe de otro color a la altura del corazón. No es un asesinato, no, piensa. Solamente un accidente laboral. Qué chiste tan malo. Los payasos, detrás del telón, retienen al mago mientras este destroza su sombrero de copa. Fin del espectáculo. El lanzador, llorando, corre a desatar a esa preciosidad. Su mujer. Y ella... ella asciende hacia la boca de la carpa, buscando aire fresco.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)