Este artículo pretende ser una mano amiga dentro del laberinto de imágenes y sensaciones creado por Lynch...
He tenido la ocasión (la suerte) de asistir en A Coruña a un seminario organizado por el CGAI bajo el título: "INLAND EMPIRE. Propostas desde o labirinto".
Participaron conferenciantes de la talla de Fran Benavente, Angel Quintana (Redactores de Cahiers du Cinéma España), Andrés Hispano, Inma Merino y el mismo Hervé Aubron (Redactor de Cahiers du Cinéma y autor del libro sobre Mulholland Drive).
Todavía recuerdo cuando salí de la sala después de haber asistido a INLAND EMPIRE. María, que en el último momento había decidido no acompañarme (ella había ido a ver Banderas de nuestros padres), me esperaba fuera y, al ver mi cara, dijo: “¿Te encuentras bien? ¿Necesitas una manzanilla?”. Mal sabía yo entonces que lo que necesitaba era este seminario y no una infusión.
Las sucesivas intervenciones de cada uno de los conferenciantes fueron arrojando luz sobre el mundo en el que se mueve Lynch y sus motivaciones a la hora de afrontar un proyecto. Y la primera conclusión que saqué es precisamente esta: se puede concretar el marco en el que Lynch mueve sus piezas pero quizás es un tanto desacertado intentar dar una explicación única a sus películas ya que Lynch parte de la premisa de que “Algo es un misterio en tanto en cuanto hay piezas que no encajan. Si todo encaja no hay misterio.”
Aún así no se puede decir que lo que hace “no tenga sentido” pues en ningún momento uno tiene la sensación de que “Lynch está perdido” en su narración. Somos nosotros los que nos dejamos perder en ese mundo de pasillos y puertas que Lynch crea en sus historias.
INLAND EMPIRE cierra la trilogía abierta con Carretera Perdida y Mulholland Drive. Pero es algo más. Además de la evidente reflexión acerca de la industria del cine en EEUU, la última película de Lynch se convierte en una retrospectiva de su propio cine. En ella encontramos localizaciones y puestas en escena que nos recuerdan a algunas de sus trabajos anteriores (incluída la serie Twin Peaks).
A lo largo de la trilogía Lynch nos habla insistentemente de lo próximas que están al proceso fílmico las mafias y la prostitución. Y quizás nos hable también de su propia prostitución como cineasta (como artista) y de sus miedos. Poco a poco, casi sin darse cuenta, Lynch se ha ido encerrando en sí mismo, hasta llegar a INLAND EMPIRE, donde toda la narración suena a llamada de auxilio.
No olvidemos que David Lynch proviene del mundo de la pintura, y la forma libre de trabajar en su estudio difiere mucho del modo hermético de producción de películas. Quizás por eso se justifica que Lynch haya elogiado tan enérgicamente el formato digital, hasta el punto de afirmar que “no volveré a trabajar en cine”.
Escuché algo en el seminario que me inquietó en un primer momento. Andrés Hispano, después de hablarnos de la relación existente entre la propia estructura horizontal de la ciudad de Los Ángeles (en la que está ubicada la trilogía) y las historias que en torno a ella se generan, dijo esto: “Después de ver a Laura Dern vomitando sangre sobre una estrella del paseo, ¿qué más puede hacer Lynch?” Me tranquilizó el hecho de recordar que lo mismo pensé yo al salir del cine, después de haber visto Mulholland Drive.
Pero así son los genios. Años después y con una apuesta arriesgada y efectiva, Lynch ha regalado a nuestros ojos otro poema visual: INLAND EMPIRE. Os la recomiendo muy mucho y os advierto que no hay en ella nada eventual (ni los desenfoques, ni los movimientos “sucios” de cámara,... nada).
Es posiblemente su mejor película y quien sabe si será la película que necesitaba hacer para despojarse de una vez por todas de sus miedos, compartirlos con nosotros y trabajar, a partir de ahora, libremente.