Y por fin, la luz. Después de varios meses de tinieblas que anunciaban el fin del cortometraje (y de paso del cortometrajista) español, finalmente el hermano pequeño del largometraje ha sido readmitido en el firmamento cinematográfico patrio.
Y ahora que la Academia ha dado un paso atrás y puesto que, por una vez, retroceder tiene connotaciones positivas, creo que es oportuno hablar de alguien como Alber Ponte.
fotograma de Pernambuco, uno de sus cortos
Con cerca de 40 cortometrajes (si es que en este momento no está rodando ya el 41) es el cortometrajista más prolífico de nuestro país y, según parece, el tercero (en lo que al Guiness se refiere) por detrás de un finlandés y un islandés. Pero yo desconocía todos estos datos cuando, en una calurosa mañana de mayo, asomó por la puerta de nuestra cabina de montaje.
Un tío enorme tipo Shrek (pero sin las orejitas en forma de cono), pelo cano, gafas de sol y una voz profunda siguieron al gruñir de las bisagras al abrirse. La sala se quedó en silencio. Y por un momento lo observamos en toda su inmensidad. Entonces, Alber habló. Y aunque no es literal lo que voy a describir, la situación fue algo parecido a lo que sigue:
<<< - Mmm... Hola - Nuevo silencio. - Quizás esperabais algo más profundo - dijo sonriendo (eso sí lo recuerdo perfectamente). Cerró la puerta para volver a abrirla, un segundo más tarde y, con cierta sobreactuación, citar a algún filósofo (o sería un director de cine), o simplemente inventar algo como: - Dejemos a los envidiosos la tarea de proferir injurias y a los necios la de contestarlas (esta cita es propiedad de Luis Dupaty). >>>
Y así es Alber: directo, impredecible y (ahora puedo decirlo) amigo de sus amigos.
Desde aquel venturoso mes de mayo he tenido la suerte de caminar junto a él en varios proyectos (entre los que destaco con gran cariño el primero: “Rosita y Jacinto”) y he comprobado que dispone de una energía sobrehumana que le permite parir sin descanso historias... y lo que es más difícil, llevarlas a buen puerto.
Le envidio la capacidad de no enamorarse, de no amar un corto suyo hasta el punto de olvidar por unas semanas (por unas horas) que necesita hacer otro y otro.
Pero así es Alber, va camino de los 40 cortometrajes (ya digo que igual la cifra está desfasada a estas horas) y sigue creyendo en un formato que hasta hace unas semanas era prescindible para nuestra Academia.
Alguno se hará la pregunta que tantas veces a él mismo le han formulado: Después de tanto corto... ¿Para cuándo otro largo? Quién sabe, a lo mejor no tendremos que esperar demasiado...
Os dejo como regalo el trailer del último proyecto que compartimos:
LOS TESOROS DE CARACONA